Los lugares nos eligen

Los sitios nos eligen, aunque pensamos que es al contrario. Y a mi me eligió sin duda Menorca. No había estado jamás y no tenía especial interés en ella, más allá de admirarla por sus bellos paisajes. Pero, ¿cómo fue que esta isla me marcaría tanto?

Hace 2 años viví una crisis importante en mi vida. Se me derrumbó todo lo que había construido y lo que  “aparentemente” me daba seguridad. Muchos cambios en poco tiempo. Era inevitable que el dolor, el miedo y la resistencia aparecieran antes o después. Y entonces cuando empecé mi verdadero proceso de rehabilitación emocional. Otro renacimiento que gritaba desde mi interior, aunque cuando estás en el fango no encuentras muchas veces la salida.

Cuando estaba en pleno duelo, transitando esas “pérdidas” sentí que tenía que distanciarme de todo. Irme durante un tiempo a un sitio que me diera paz y tranquilidad. No estaba pasando un buen momento económico por las las circunstancias que me rodeaban, pero eso no me hizo detenerme. Pedí que se me concedieran las posibilidades para que mi alma tuviera la posibilidad de descansar. De recomponerse. Y así fue como fueron apareciendo las posibilidades, la toma de decisiones, las sincronías, las facilidades para irme. Y ¿dónde? ¿cuál sería el destino?

Lo único que tenía claro es que quería que fuera cerca del mar. El mar me hace bien. Lo que no sabía era dónde, cuanto tiempo y cómo lo iba a hacer. Entonces hubo un pensamiento que se me cruzó y me trajo como idea las Islas Baleares. Conocía Ibiza, Formentera y Mallorca. Entonces empecé a mover toda la maquinaria para que sucediera. En abril de 2019 ya decidida a dar paso, fui comentando mi idea a mi círculo más cercano y a las personas que iba conociendo (las ideas para materializaras hay que contarlas primero).

Fue en mayo de 2019 cuando pasó algo electrizante. Fui a ver a mi amiga Marian Frías que hacía una representación de teatro en Madrid. Llegué antes de tiempo y esperando a ver la actuación, mi vocecita interior me dijo: “a ver Beatriz, si te quieres ir en junio tienes que tomar una decisión. ¡Digo yo! Así que sácate el billete de avión a dónde sea, pero sácalo ya”. Y en ese momento me puse a buscar vuelos. ¿A dónde? Pues dije a Fuerteventura, por ejemplo. No tenía nada cerrado en ningún sitio. Pero tenía que dar el paso. A punto estuve de darle al botón de confirmar cuando de repente viene a saludarme una amiga de Marian, Marta. Le digo lo que estoy haciendo mientras espero. Me mira y me dice: “pues sabes que te digo, ¡que te pega mucho más Menorca!”. ¿Y sabéis que hice? Ni corta ni perezosa le di a cancelar vuelo a Fuerteventura y me saqué un billete para primeros de junio a Menorca. Eso es impulso y lo demás son tonterías. Jajajajaja.

Así que me saqué el billete de ida. Sin más. Pensé “¿qué puedo perder? A las malas estoy unos días y me vuelvo”. Y de repente se lo cuento a otra amiga mía y me dice “uy pues un amigo mío tiene una casa en Menorca. Nunca va y seguro que estará encantado de dejártela todo el tiempo que necesites en verano”. Oh my god!!! Casi me desmallo. Pues así fue. Otra mano amiga que con su generosidad no sabe lo que me aportó. Sólo he nombrado a unos cuantos magos que me ayudaron a hacer realidad mi intención, pero en realidad fueron muchos que desde aquí agradezco. Y muy en especial a mis padres.

Llegué a Menorca y dije. “estoy en casa”. Me quedé 4 meses. Me encontré y me perdí. Me perdí y me encontré. Lloré. Volví a encontrarme. Me asusté. Me fortalecí….y así fue pasando el tiempo hasta que sin saber qué había pasado, sentí que poco a poco mi Beatriz anterior se estaba muriendo para dar paso a la nueva.

Dejé que la vida me sostuviera. Me centré en la creatividad y me apoyé en las personas que sabía que me aportarían lo que necesitaba en esos momentos. Un libro que me ayudó mucho en ese momento fue el “Camino del Artista”de Julia Cámeron.

Mis lágrimas por el recuerdo de lo que fue, iban desapareciendo y el monstruo de la soledad se iba convirtiendo poco a poco en un peluche amoroso y achuchable. Aprendí a estar conmigo. Empecé a cuidarme más, a disfrutar de nuevo de los pequeños detalles, a reconectar con mi niña interior, a fortalecer mis pasiones a través de la pintura y a dejar que la vida me guiara, sin más. Conocí a almas maravillosas que me sustentaron en el proceso y que me hicieron ver que podía seguir adelante con mi fuerza y mi valentía.

Cuando iba de regreso a Madrid en el avión (casi me da un parraque, todo hay que decirlo) agradecí todo lo que la isla me había ayudado y le hice una promesa “al igual que has hecho algo bello por mi, yo volveré algún día y haré algo bello por ti”.

Quien nos iba a decir lo que nos esperaba en 2020. Pero aún así, yo seguía persistiendo en la idea de volver a mi isla. No sabía de nuevo cuando, para qué volvería, pero sabía que me estaba esperando. Aprendí a tener paciencia y a darme cuenta que el tiempo es una quimera. Confié que cuando fuera el momento, lo sabría.

En mayo de este año, volví. Otra vez guiada por el impulso y con las ganas de volver a mi. Aunque otra vez sin idea de lo que me podría deparar mi estancia allí. Al llegar, las inseguridades, los miedos y el no saber exactamente qué me esperaba formaron parte . Pero esta vez me sentía más sostenida que nunca y sabía que la red aparecería. Estaba convencida que esa decisión era la correcta, aún dejando en Madrid mucho bueno. Así me decían muchos ¿y qué necesidad tienes? ¿Con lo bien que estás ahora? Bueno, ya sabemos que los demás siempre opinarán. Es así. Lo único que tenemos que hacer es que esas opiniones no confundan a nuestra guía interior.

Cuando llegué a la isla, me dije “estoy en casa” La inspiración empezó a brotar de manera escandalosa. El pincel iba sólo. Seguí escribiendo y creando. Y así nace DESCANSOS PARA EL ALMA. Unos retiros que arrancan en unos días con la intención de poner mi ser, mi experiencia y esta isla a disposición de personas que sea lo que estén viviendo quieran apartarse de todo por unos días, resetearse, reconectar con la parte más bonita de cada una de ellas, cuidarse y dedicarse un tiempo de calidad. Rehabilitarse del exceso de cargas que llevamos.

Entonces entendí que la promesa que le hice a la isla estaba ya cumpliéndose.

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